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Los muertos del hambre no son rentables

Debate con los expertos sobre la Seguridad Alimentaria

 

27/06/2012

Una nueva crisis se ha desatado en el Sahel, donde 19 millones de personas corren el riesgo de hambruna. Y no es por falta de comida, sino falta de acceso a los productos básicos. De las 150 especies que se cultivan hoy, sólo cuatro, -patata, arroz, maíz y trigo- suponen el 60% de la alimentación calórica humana. Pero nadie quiere invertir en nuevos cultivos para los que no tienen con qué pagar. El acaparamiento de tierras en manos de las multinacionales y la inversión en biocombustibles en vez de agricultura son los nuevos males que amenazan a los países del sur en su derecho por el acceso a la tierra.

 

El Sahel corre el riesgo de morirse de hambre, otra vez. La Organización para la Alimentación y la Agricultura de Naciones Unidas (FAO en sus siglas en inglés) acaba de anunciar la enésima crisis alimentaria en el continente africano. Más de 19 millones de personas están al límite de sufrir inseguridad alimentaria. En concreto, 6,4 millones de personas en Níger (casi el 41% de la población), 4,6 millones en Malí (30% de la población), alrededor de 2,8 millones de personas en Burkina Faso (16% de su población), 3.6 millones en el Chad (28%), 601.850 en Gambia (35% de la población), 700.000 personas en Mauritania (22% de la población) y 739.000 en Senegal (5,6% de la población). Las razones para esta nueva crisis de alimentos, son consecuencia de una combinación de factores como la sequía, altos precios de cereales, disminución de remesas, degradación ambiental, y un desplazamiento de la población, añadido a la ya de por sí existente pobreza crónica y vulnerabilidad de la población. Vayamos por partes.

 

Tal y como indica la FAO, las lluvias tardías e irregulares provocaron largos periodos de sequía durante el 2011, lo que ha traído consigo una reducción drástica de la producción agrícola. La sequía fue la chispa que hizo prender la crisis en el Sahel, pero a su lado hay toda una serie de factores que han creado una verdadera tormenta perfecta que ha puesto a toda la región al borde del precipicio, explica el periodista José Miguel Calatayud, colaborador en África del diario El País. La FAO alertó en octubre del 2011 sobre esta situación, pero no consiguió financiación ni respuesta de los países. El encuentro sobre la Prevención de la Crisis Alimentaria celebrado en París el pasado abril, confirmó que la producción de cereales cayó un 26% este año en la zona del Sahel. Además, la amenaza terrorista de grupos como el nigeriano Boko Haram y la rama de Al Qaeda en el Magreb, han sido factores que han contribuido a aumentar el precio de los cereales, que ahora están entre un 60% y un 85% más caros de la media de los últimos cinco años, confirma Calatayud.

 

Por otro lado, el conflicto tuareg y el golpe de Estado en Malí, han agravado la precaria situación. Los enfrentamientos entre las fuerzas gubernamentales y los rebeldes separatistas en Malí desde mediados de enero, han obligado a más de 337.000 personas a abandonar sus hogares, incluidos los 167.257 desplazados internos, el 97% de los cuales viven con familias y comunidades de acogida, mientras que 170.489 personas se han tenido que refugiar en los países vecinos de Mauritania, Níger y Burkina Faso, y 30.000 refugiados han tenido que huir a Argelia, según datos del a FAO. Toda crisis interna conlleva consigo además un duro golpe en la economía nacional. El alza de los precios de las importaciones y las exportaciones ha colocado a millones de personas en riesgo de seguridad alimentaria, reduciendo las remesas de la población africana, que se han visto afectadas también por la crisis económica mundial. Los conflictos bélicos han reducido el comercio del ganado en Malí, Mauritania y Níger. Problema añadido lo constituye la primavera árabe, gracias a la cual están llegando a tierras del Sahel migrantes procedentes de Libia, que han incrementado la presión sobre los escasos recursos de las comunidades y están poniendo en crisis los servicios públicos y derechos básicos como son el acceso al agua potable, la salud y la educación. Ante esta situación, la FAO alega que la ayuda humanitaria se encuentra en una difícil situación de actuación, ya que los recientes llegados de Libia traen consigo la política del terrorismo y las armas a la ciudadanía.

 

Las razones estructurales del hambre. Aunque ciertas todas estas características, la situación se repite. Hasta 11 veces la población africana se ha muerto de hambre. En el 2005, 3,6 millones de personas estuvieron al borde del precipicio por falta de alimento. En el 2009, una de cada tres personas falleció en Kenia por causa de la malnutrición. En el 2010, dos millones de niños menores de cinco años murieron en el Sahel por hambruna. Todas estas crisis tienen unos factores comunes: sequías, inundaciones, plagas, conflictos, enfermedades, y alza de los precios. ¿Cómo es posible que esto siga ocurriendo? En el seminario que tuvo lugar en enero del 2012 por la Fundación Entreculturas, expertos de la cooperación al desarrollo y la seguridad alimentaria, se reunieron para debatir los retos pendientes en este ámbito para alcanzar la gobernanza global y soberanía alimentaria de los pueblos.

 

El problema del hambre en los países del sur no es por falta de alimentos. En la actualidad hay alimentos para el 70% de la población mundial. Sin embargo, tal y como afirma José Luis Vivero Pol, responsable de seguridad alimentaria en Acción Contra el Hambre, cada año hay 48 millones de hambrientos más. El problema radica entonces en una falta de acceso a los alimentos, provocada por el acaparamiento de tierras por parte de las empresas multinacionales de los estados del norte. José Esquinas Alcázar, Director de la Cátedra de Estudios de Hambre y Pobreza (CEHAP), explica que a raíz de la hambruna del 2008, comienza la venta de tierras de los países del sur. El año pasado, 230 millones de hectáreas del continente africano fueron compradas por empresas de terceros estados, que se dedican a producir agrocarburantes cuyos únicos beneficiarios son los propios inversores, confirma Vivero Pol. Y es que, el destino de la producción no es ni tan si quiera el alimento, sino los biocombustibles. Jesús Quintana García, asesor regional para el Medio Ambiente, y Cambio Climático con el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) explica que entre el 2005 y 2010 la producción de cereales creció un 5%, pero el 40% esta producción estuvo destinada a la producción de agrocombustibles.

 

El experto de la Cátedra de Estudios contra el Hambre alerta de que 1400 millones de personas viven con menos de un dólar al día. El 70% de estas personas reside en zonas rurales. Tal y como afirma Lourdes Benavides de la Vega, responsable de Justicia Económica de Intermón Oxfam, las zonas rurales suelen ser las más olvidadas. Se ha implantado la idea de un sistema alimentario que responde a los intereses de unos pocos, que influyen en la cadena de producción de alimentos. Los que trabajan la tierra son entonces los que no tienen para comer. Así, en Etiopía por ejemplo, ha aumentado la producción del maíz, pero también ha aumentado la desnutrición entre la población etíope. Los beneficios de la producción no se quedan en la población, explica Quintana. Cuanto más aumenta el número de hambrientos, más aumentará el precio de los productos básicos. Tal y como explica Pol, el abandono de la agricultura en los países en desarrollo hace aumentar la dependencia de los mercados internacionales, así como su vulnerabilidad. El hambre se encuentra ligada a los mercados. José Esquinas confirma que más del 50% de la subida de los precios de los alimentos, está relacionada con la especulación financiera. Esta especulación en el mercado de los alimentos, lo único que produce es que los que más necesitan alimentos sean los que no tienen con qué pagarlos. Quintana García afirma así que existe una incoherencia en la gobernabilidad mundial del sistema alimentario. El dinero está en Washington y en Nueva York, en el Consejo de Seguridad, no en los países pobres, explica asesor regional para el FIDA.

 

El problema radica en que nadie quiere invertir en los cultivos para los que no tienen con qué pagar. José Esquinas explica que de las 150 especies que se cultivan hoy, sólo cuatro, -patata, arroz, maíz y trigo- suponen el 60% de la alimentación calórica humana. Asimismo, el asesor regional del FIDA, confirma que la inversión en seguridad alimentaria ha decrecido del 11 al 7% desde los años ochenta. No se está invirtiendo en innovación, ni se tienen en cuenta las visiones alternativas que pueden ayudar al desarrollo. Sin embargo, si se invirtiera en agricultura el hambre se reduciría tres veces más rápido de lo que los hace actualmente.

 

Papel de los gobiernos y organismos internacionales. José Esquinas, directivo de la FAO durante cuarenta años y director de la Cátedra de Estudios Contra el Hambre, explica que en el primer Congreso Mundial de la Alimentación en 1963, los Estados miembros admitieron tener la capacidad para producir alimentos, sólo que necesitaban la voluntad política para producirlos allí donde se necesitaban. Sin embargo, hasta hace poco, el término “soberanía alimentaria”, que engloba el derecho de los pueblos para producir sus propios alimentos, estaba prohibido en la Organización para la Alimentación de la ONU, ya choca en contra de la política del libre mercado de los países del norte. Para José Esquinas, sin soberanía alimentaria, no habrá soberanía política. Rivero Pol coincide con Esquinas al afirmar que la Organización Mundial de Comercio (OMC), cada vez restringe más las políticas de desarrollo, para impedir que la soberanía alimentaria de los países productores no entre en conflicto con la política neoliberal del norte. En la actualidad es más relevante la OMC que cualquier organización de la ONU, pone de manifiesto el representante de Acción Contra el Hambre.

 

Para el corresponsal en África, José Miguel Calatayud, los gobiernos de estos países tienen muchísima responsabilidad sobre el tema del hambre porque su trabajo es precisamente administrar los recursos del Estado y ofrecer los bienes y servicios necesarios para que los habitantes del país puedan vivir con dignidad y sin hambre. Sin embargo, admite que muchos gobernantes centran sus esfuerzos en mantenerse en el poder y en usarlo en beneficio propio y de sus allegados. José Esquinas confirma que los gobiernos regionales no están luchando contra el hambre ya que prefieren satisfacer su propio beneficio a corto plazo. Pero opina que a largo plazo, esta situación se volverá contra ellos, ya que traerá consigo una inestabilidad política que muchas veces desemboca en conflictos, Y No hay que olvidar que el hambre es el caldo de cultivo de los conflictos armados, confirma Esquinas. Sin embargo, el responsable de seguridad alimentaria de Acción Contra el hambre, Vivero Pol, asegura que los gobiernos que sufren las crisis alimentarias desean tener tierra para aumentar su producción. Quieren un mercado libre y justo, donde tengan libertad de decisión e igualdad de oportunidades.

 

En cuanto a los gobiernos del Norte, según confirma José Esquinas, el papel de Francia como antigua potencia colonizadora ha sido muy activo al influir en las decisiones políticas que conciernen a los países del sur. Fue el primer país que llevó el debate de la seguridad alimentaria al G-20, ha sido el primero en promover el tema del hambre en la cumbre de Río+20. Tiene una gran influencia económica, que sin embargo canaliza a través del Banco Mundial, o Nueva York, pero no a través de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). Por otro lado, Esquinas considera que Estados Unidos es menos activo en las decisiones políticas, pero sí es eficaz en el envío de ayuda humanitaria a nivel puntual. Es efectivo poniendo parches, pero es importante recordar que los parches humanitarios no solucionan el problema de la hambruna. Para José Miguel Calatayud, desde el punto de vista del terreno, los gobiernos europeos y organismos internacionales carecen de incentivos y preparación para invertir y trabajar en desarrollar estas regiones pensando a medio y largo plazo.

 

Soluciones a la crisis. Para el asesor el FIDA, Quintana García, la solución para por una mejora de las políticas agrarias en los países del Sur. Es necesario dejar de seguir el modelo vertical Norte-Sur para permitir que los países en desarrollo inviertan en su propia agricultura, ya que la evolución está ligada a la inversión. Enrique Yeves, director de la Oficina de Información de la FAO para España y Andorra, recuerda por ello la importancia de la cooperación Sur-Sur como motor de desarrollo de las economías emergentes. Para José Esquinas, la erradicación de las crisis alimentarias para por la inversión en agricultura e infraestructuras. El ingeniero agrónomo explica que en el caso de Somalia, tras la hambruna que sufrió en el 2008, el secretario de Naciones Unidas mandó a la FAO elaborar un plan de acción para que la hambruna no se volviera a repetir. Sin embargo, este plan de acción nunca se ha llevado a cabo. Parece ser que los gobiernos no son conscientes de las advertencias ni consejos del Banco Mundial, quien ha afirmado que sale más caro intervenir tras un conflicto alimentario, que prevenir nuevas hambrunas. Los expertos coincides con Esquinas en que es necesaria una inversión en la agricultura sostenible, campesina, y que pertenezca a los propios productores, junto con el desarrollo de políticas de prevención que permitan afrontar los retos del cambio climático a las cosechas de los pueblos del sur. Tal y como afirma el ingeniero agrónomo, durante la Segunda Guerra Mundial, los países que ahora forman parte de la Unión Europea justificaron las subvenciones a los pequeños agricultores para hacer frente a la situación de hambruna. Este desarrollo de la agricultura a pequeña escala es clave para promover la soberanía alimentaria de los pueblos. José Miguel Calatayud opina sin embargo, que para desarrollar los recursos naturales de estas zonas haría falta inversión pública y privada orientada a ese desarrollo a medio y largo plazo, algo que ni gobiernos, ni empresas ni organizaciones internacionales parecen dispuestos o capaces de hacer, razona el periodista desde el terreno.

 

Por otro lado, Quintana considera que la ONU, como organismo internacional, debería mostrar mayor eficacia y fiscalizar mejor los proyectos de cooperación para mejorar la llegada de la ayuda humanitaria. Karlos Pérez de Armiño, Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del País Vasco piensa en una corrección de políticas en la FAO para luchar contra el hambre, y trabajar en conjunto con los sectores correlacionados de agua, energía y saneamiento. Por ello, los dos expertos coinciden al afirmar que es necesaria una revisión de los métodos pare reducir el número de personas pobres, a través del Comité de Seguridad Alimentaria. Existe una falta de prioridades. Necesitamos buscar alternativas que reduzcan el hambre y sean ambientalmente sostenibles, así como fomentar el comercio interregional, confirma el profesor universitario.

 

El catedrático de Estudios contra el hambre, José Esquinas, considera que la crisis alimentaria es una crisis de valores, por lo que hay que trasladar el problema del hambre al nivel político. Esquinas aboga por Sistema Mundial de Seguridad Alimentaria con tres objetivos prioritarios. Por un lado, la seguridad alimentaria debe conseguir un mayor peso político, que coordine las prioridades y unidades de acción de las organizaciones de la ONU. Por otro lado, considera relevante evitar las luchas entre los organismos de la ONU, y aumentar la fuerza de las instituciones gubernamentales frente al poder de las multinacionales. Las corporaciones se están filtrando dentro de las organizaciones, dictándoles lo que tienen que decir en las cumbres. Por último, para el catedrático de estudios contra el hambre es necesaria una gobernanza mundial donde exista una coordinación entre las organizaciones intergubernamentales y un papel de la sociedad civil más fuerte, ya que ahora mismo la sociedad civil está representada en la ONU sólo a través de las ONG’s. Esquinas propone también la creación de un Parlamento Mundial, un foro de gobiernos, donde exista un marco jurídico en base al tratado internacional de la seguridad alimentaria, partiendo del Derecho a la Alimentación.

 

El catedrático afirma que la agricultura es la base de la seguridad alimentaria, que a su vez constituye el caldo de cultivo de los problemas sociales, y la razón de ser de las migraciones. Pero la inseguridad alimentaria no es un problema que afecte a los países del Norte. Por ello, Esquinas aboga por la construcción de un egoísmo inteligente y la toma de conciencia por parte de los países emergentes, que consiga reducir las políticas socioeconómicas y conservar los recursos limitados, de modo que se pueda llegar a evitar la muerte de 40.000 personas al día por falta de alimento. Mientras en Asia se riegan el 40% de las tierras cultivables, el agua en África sólo alcanza al 1% de sus tierras. El 40% del agua de riego no llega a la tierra, ya que no hay sistemas de regadío adecuados. El ingeniero agrónomo pone de manifiesto las soluciones para suplir estas carencias en la zona del Sahel, como los sistemas de riego por goteo, que atiende a las necesidades de regadío de cada planta, los depósitos de agua, los depósitos de semillas, y la infraestructura necesaria adaptada a la sequía de la zona, que promueva la producción de los cultivos tradicionales. Para acabar con el hambre lo que hay que hacer es mejorar la eficiencia y la tecnología del agua, explica el ingeniero. Asimismo, desde la sequía, José Miguel Calatayud afirma que las ONGs en el terreno habían conseguido reducir la gravedad de la situación, pero han llegado al punto de falta de donaciones para continuar con los proyectos y la ayuda humanitaria.

 

Según informa Intermón Oxfam, el reconocimiento temprano de la crisis que se avecina, sin embargo también ha ofrecido a las organizaciones humanitarias la oportunidad de evitar los errores del pasado, permitiendo tomar medidas tempranas. Anuncian por ello que si logran invertir en estas primeras acciones de ayuda y cooperación de forma efectiva, las poblaciones vulnerables pueden ser protegidas de los impactos más graves de la crisis que se avecina y a un coste mucho menor que si esperara más tiempo. Para apoyar la capacidad de resistencia de cerca de 7 millones de personas en los países más afectados, Burkina Faso, Chad, Gambia, Malí, Mauritania, Níger y Senegal, la FAO ha solicitado 103 millones de dólares para actuaciones como la distribución de semillas, los pequeños sistemas de riego , producción de forrajes y las campañas de vacunación. Pero continúa existiendo un déficit de financiación 74 millones de dólares. Estamos perdiendo la oportunidad de dar a las comunidades locales los medios para dejar de estar saliendo de una crisis y entrar en otra, advirtió el Director General de la FAO, José Graziano da Silva en su última aparición pública, instando a una acción coordinada para fortalecer su capacidad de resistencia y vincular el socorro con el desarrollo.

 

¿HA FRACASADO LA FAO EN SU LUCHA CONTRA EL HAMBRE?

El presupuesto de la FAO proviene de la ayuda al desarrollo que cada país miembro decida destinar. La FAO invierte en la lucha contra el hambre 350 millones de euros al año. Tal y como afirma José Esquinas, esta cifra iguala la inversión que dos países del norte gastan en comida para perros en una semana. Ante este panorama, el director de la Oficina de Información de la FAO en España, Enrique Yeves, asegura que no hay compromiso político para luchar contra el hambre. Los gobiernos por sí mismos no se van a mover si no les presionan los ciudadanos, y sin voluntad política, resulta imposible la lucha contra el hambre. Para José Esquinas, la FAO constituye sin embargo, el único foro mundial a nivel intergubernamental donde se deciden las políticas de la Ayuda Oficial al Desarrollo. Gracias a la FAO la ayuda bilateral es más eficiente. Supone un punto de encuentro para el debate público y la negociación de acuerdos. Esta opinión la comparte Jesús Quintana, quien piensa que sin la existencia de este organismo ya hubiéramos tenido una tercera guerra mundial. FAO no tiene rivales. Sirve también, según explica Esquinas, de mediador para los periodistas y las Organizaciones no gubernamentales. Quintana considera que gracias a la existencia de este organismo, se han conseguido compromisos en temas como la erradicación de enfermedades, aunque admite que la FAO no tiene efecto directo sobre el campo ni sobre los propios gobiernos que la integran.

 

¿INVERSIÓN EN HAMBRE O EN ARMAS?

El presupuesto de regular de la FAO previsto para diez años equivale al gasto de armamento militar de un solo día. Paras José Esquinas, esta inversión radica en el hecho de que el terrorismo es la amenaza más cercana en el mundo desarrollado. Sin embargo, el hambre amenaza en un primer momento a los países del sur. El problema de los gobiernos radica en que no son conscientes de que dando mayor financiación a la lucha antiterrorista, no atacan el caldo de cultivo del problema de fondo: la hambruna y la pobreza. Esquinas afirma que el mismo día que mueren de hambre 40.000 personas, los gobiernos gastan en armamento 4.000 millones de dólares. Si invirtiéramos más dinero en solucionar el problema del hambre que en armamento, podríamos estar alimentando a un muerto durante 270 años, ya que cada persona que ha muerto de hambre podría haber recibido 100.000 euros para poder comer, explica el ex directivo de la FAO.

 

 

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